Florence Bascom: “Siento orgullo al verme como profesora de futuras figuras femeninas de la Geología”

La entrevista que van a leer a continuación es toda una historia de ciencia ficción. Una entrevista que obvia la distancia temporal que separa el presente y los últimos años del siglo XIX. Hoy entrevistamos a una mujer que nació en 1862 y cuya labor cambió la historia de la Geología. Hablamos con Florence Bascom, en pleno 2023, para valorar su trayectoria profesional, alabar sus hitos científicos e indagar en la apasionante vida de esta mujer que marcó la historia.

Florence Bascom llega apenas diez minutos tarde a nuestra cita, se disculpa porque se ha equivocado de línea de metro para llegar a Callao –la falta de costumbre, explica–. Sin embargo, el hecho de que venga directa del siglo XIX me hace excusar este pequeño retraso. Para mí, como periodista científica, encontrarme frente a frente con una pionera de la ciencia es sobrecogedor. Ella le quita importancia a este hecho en todo momento, pero para mí es esencial dar comienzo a esta entrevista recalcando los primeros pasos que fue abriendo para el resto de mujeres geólogas que vendrían en los próximos siglos.

Primera mujer doctora por la Johns Hopkins University, primera contratada por el United States Geological Survey (USGS), primera en presentar un artículo de investigación en la Geological Society of Washington. ¿En qué no ha sido usted la primera?

(Se sonroja) Bueno, de hecho, fui la segunda mujer miembro del Geological Society of America (GSA). Sin embargo, también es cierto que fui la primera que formó parte de su Consejo y de su directiva como vicepresidenta (ríe).

Toda una pionera y un ejemplo a seguir para muchas mujeres.

Bueno, yo no lo diría así. Diría que fue más la circunstancia de la época. Entonces había menos competencia, apenas había mujeres trabajando en la ciencia a finales de 1800, por lo que ser la primera era bastante “fácil”.

¿Fácil? En la época que le tocó desarrollar su carrera profesional diría que lo tuvo de todo menos fácil. ¿Qué fue lo que más le costó?

Lo más frustrante fue la lucha constante que tenía que tener como mujer para demostrar mi valía. Había que trabajar el doble e intentarlo varias veces, porque a la primera ni te veían, ni te escuchaban. Por ejemplo, recuerdo que al terminar mi máster, en 1890, apliqué para continuar mis estudios de Geología en la Universidad Johns Hopkins. Tardaron siete meses en responder a mi petición y aceptaron que acudiera a clase, pero no me matricularon como alumna oficial. Tenías que conformarte con migajas o seguir luchando. Dos años más tarde, volví a intentarlo y esa vez sí que me aceptaron oficialmente, aunque se mantuvo en secreto. Ahora lo pienso, viendo cómo han avanzado las cosas y me parece denigrante que tuviera que dar las clases detrás de una pantalla para no molestar a mis compañeros varones. Quizá podría haber hecho más ruido, pero estamos hablando de 1892 y ya me parecía un logro el llegar hasta donde lo estaba haciendo. Cada pequeño logro era un éxito, una batalla ganada para abrirme camino.

¿Quién le acompañó en esa batalla? ¿Quiénes fueron sus mayores apoyos?

Sin duda, mi familia. Me criaron en un entorno en el que la cultura y la educación tenían una importancia sobresaliente. Mi padre era profesor de oratoria y retórica del Williams College y mi madre profesora de una escuela sufragista. Su ejemplo y referencia fue seguramente determinante en mi visión de cómo debía enfocar mi vida. En una época en la que a  la mujer se la educaba exclusivamente para que se casara y tuviera hijos, mis padres fueron también unos adelantados a su época, animándome a estudiar desde pequeña.

¿Considera que hubiera sido diferente si hubiera nacido en el siglo XXI?

Sinceramente, en mi caso no. En el de las mujeres de mi época sí habría marcado una notable diferencia el haber nacido en este siglo. Hablo desde el punto de vista de los inicios, porque, como ya he comentado, a mí me brindaron la oportunidad de ir a la Universidad. Me animaron a ello, a la gran mayoría no les dieron opción, cosa que, según he visto, tampoco cambió durante la primera mitad del siglo XX. Es algo, por desgracia, bastante reciente el que la mujer se haya incorporado de manera natural tanto a las aulas de educación superior como al mercado laboral. Y si todavía, a día de hoy, seguís luchando porque se os reconozcan derechos, imagina lo que soportamos y tuvimos que luchar hace dos siglos.

¿Cuéntenos más sobre esa época? A día de hoy somos prácticamente incapaces de pensar que la mujer tuviera acceso vetado a la universidad.

Pues así era. Yo ingresé en la Universidad de Wisconsin, que presidía mi padre, en 1887. Sin embargo, en ese tiempo las universidades restringían el acceso a mujeres a la biblioteca, al gimnasio… incluso a algunas clases si estaban llenas por hombres. Éramos muy pocas y se nos ponían muchas trabas. Como ciudadanas de tercera clase. Aún así, gracias a personas que, como mi padre, defendían la igualdad de género, y a mi constancia, conseguí graduarme en Arte y Letras en 1882 y, dos años más tarde, obtuve el Grado en Ciencias y en 1887 el Máster en Geología.

La suya es una historia de lucha, como bien cuenta, que no culminó con el Doctorado en Geología en 1893. ¿Cómo fue su vida a partir de haber alcanzado el escalón más alto, académicamente hablando?

Mi vida se centró en mis dos grandes pasiones, la enseñanza –como herencia directa de mis padres– y la investigación. Empecé como educadora antes incluso de finalizar mi tesis doctoral. Impartí cursos cortos en el Hampton Institute for Negroes and American Indians (1884-1885), en el Rockfold College (1887-1889) y en la Ohio State University (1893-1895). Pero, sin duda, mi mayor logro en el ámbito de la educación llegó en 1895, cuando fundé el Departamento de Geología en la universidad femenina de Bryn Mawr College (una universidad femenina) donde fundó el Departamento de Geología.

Y como investigadora, mi carrera avanzó de forma exponencial después de convertirme en la primera mujer contratada como asistente de geología por la United States Geological Survey (USGS) en 1896. Los trabajos que desempeñó, tanto de campo como de laboratorio,  llevados a cabo para la USGS me reportaron un gran reconocimiento –llegaron a convertirla en la mayor autoridad de Estados Unidos en la geomorfología de las rocas cristalinas del Mid-Atlantic Piedmot–. Además, fui la primera mujer en presentar un artículo ante la Geological Society of Washinton en 1901 y en 1906 la primera edición del American Men of Science me nombró geóloga cuatro estrellas.

Ciertamente, es indiscutible que es una pionera de su campo y que su labor ha permitido abrir camino a muchas mujeres que vendrían después.

La verdad que en aquel momento no actuaba guiándome por la repercusión que podría tener en un futuro. Simplemente me apasionaba la Geología y la enseñanza y sentía que tenía mucho que aportar y que decir. Casi le diría que sentía más satisfacción al verme como profesora de futuras figuras femeninas de la Geología. Eso, realmente, me llenaba de orgullo. Porque algunos de los mejores trabajos en este campo ya estaban siendo hechos por mujeres, por alumnas mías, mujeres jóvenes y notables que también marcarían la Geología. Hablamos de la geóloga Katherine Fowler Billings, las petrólogas Anna Jones Stose y Eleanora Bliss Knopf, la cristalógrafa Mary Porter, la paleontóloga Julia Gardner o la geomorfologista Ida Ogilvie. Mi mejor herencia para la historia fueron también esas mujeres a las que enseñé.

Florence Bascom, todo un ejemplo de lucha que evidencia el hecho de que perseverar es la única manera de alcanzar metas. Gracias por todo lo que nos ha heredado, gracias por ser una pionera en su tiempo y no conformarse, gracias por convertirse en un referente para las que fueron, somos y serán.

Gracias a ti por contar mi historia.

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